La CFS53 alerta que el ODS “Hambre Cero” no se cumplirá antes de 2030

El mundo sigue lejos del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 2, “Hambre Cero”. Esta es la principal advertencia que presidió la apertura de la 53ª sesión del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CFS53), celebrada del 20 al 24 de octubre en la sede de la FAO, en Roma. Pese a años de compromisos y promesas, el nuevo informe SOFI 2025 —The State of Food Security and Nutrition in the World— confirma que cerca de 673 millones de personas padecen hambre crónica. Esto significa un ligero descenso del hambre mundial del 8,7 al 8,2 de la población.  Más allá de estas cifras, más de 2.300 millones no tienen acceso regular, sin embargo, a una alimentación adecuada. Se consolida, así, una tendencia preocupante. El coste de una dieta saludable ha aumentado más de un 30% desde 2020. Y es que los conflictos armados, la crisis climática y el estancamiento económico han desbordado los sistemas alimentarios más vulnerables.

La directora general adjunta de la FAO, Beth Bechdol, lo resumió con contundencia: “Sin un cambio radical en la forma en que producimos, distribuimos y consumimos alimentos, el mundo no alcanzará el ODS 2. El hambre no es inevitable: es una cuestión de prioridades políticas”.

El CFS es el espacio intergubernamental de referencia sobre seguridad alimentaria dentro del sistema de Naciones Unidas. En su 53ª sesión, se reunieron ministros, agencias de la ONU, organizaciones como ORU Fogar, representantes de la sociedad civil y del sector privado. El lema de este año, Making a Difference in Food Security and Nutrition, quiso poner el acento en la necesidad de pasar de las declaraciones a la acción. El debate giró en torno a cuatro grandes ejes: los sistemas alimentarios urbanos y periurbanos, la financiación responsable, la resiliencia frente a las crisis y la importancia de mantener el impulso político en nutrición más allá de 2030. Todo ello con un objetivo claro: encontrar formas concretas de acelerar la transformación de los sistemas alimentarios en un momento de estancamiento global.

Una de las novedades más destacadas de esta edición ha sido el creciente protagonismo de las ciudades y las regiones. El documento de recomendaciones sobre sistemas alimentarios reconoce que las políticas alimentarias ya no pueden limitarse al ámbito nacional. Por primera vez, el CFS habla explícitamente de gobernanza multinivel, reclamando una coordinación entre gobiernos nacionales, regionales y locales para garantizar coherencia en las políticas alimentarias. Las recomendaciones proponen apoyar estrategias territoriales que conecten producción rural, distribución regional y consumo urbano, y reforzar los planes de alimentación urbana con criterios de proximidad, sostenibilidad y salud pública. Esta visión coincide con lo que muchas regiones del mundo —de Europa a América Latina, pasando por África— ya han comenzado a practicar: mercados locales, programas de alimentación escolar, cadenas cortas de comercialización y políticas regionales de dieta saludable. “El futuro de la alimentación no se escribe sólo en los ministerios, sino también en las ciudades y los territorios”, subrayó el representante del Comité de las Regiones de la Unión Europea durante una de las sesiones.

El debate sobre la financiación de los sistemas alimentarios sostenibles también fue central. El CFS53 subrayó que la lucha contra el hambre no puede separarse del debate sobre el capital: dónde se invierte, con qué criterios y con qué resultados. Las recomendaciones insisten en que las inversiones en alimentación y agricultura deben priorizar la nutrición, la justicia social y la acción climática, no sólo la rentabilidad económica. Uno de los puntos destacados es la llamada a movilizar los bancos de desarrollo regionales y los mecanismos de inversión subnacionales. Los gobiernos regionales y locales, se afirma, pueden ser plataformas efectivas para canalizar recursos hacia proyectos agroalimentarios sostenibles, pequeñas productoras o iniciativas de economía circular.

Los últimos años han demostrado que las crisis alimentarias no son fenómenos puntuales, sino expresiones recurrentes de vulnerabilidades estructurales. El CFS53, en su debate sobre resiliencia alimentaria, reconoció que la respuesta debe ir mucho más allá de la ayuda de emergencia. Se propone fortalecer las capacidades territoriales para anticipar y responder a los choques —climáticos, económicos o políticos— y reducir las dependencias externas que amplifican la fragilidad de los sistemas alimentarios. Las resoluciones sobre resiliencia animan, pues, a empoderar a los gobiernos regionales y locales para que desarrollen estrategias propias, adaptadas a su contexto. En zonas afectadas por conflictos o por el impacto directo del cambio climático, la proximidad de la gestión puede marcar la diferencia entre resistir o colapsar.

ORU Fogar ha estado presente en la CFS53 representada por su secretario general, Carles Llorens, quien mantuvo diversas reuniones de carácter técnico para consolidar líneas de cooperación con la FAO y con otras organizaciones participantes. Durante los encuentros, se prestó especial atención a las posibilidades de continuar trabajando con las regiones del Sahel y del África Occidental en el ámbito de la seguridad alimentaria y la lucha contra la pobreza rural. En una de estas reuniones, Corinna Hawkes, directora de la División de Sistemas Agroalimentarios y Seguridad Alimentaria, y Llorens identificaron nuevas oportunidades que permitan aprovechar las dinámicas que la FAO está impulsando en materia de promoción de la mujer, de la juventud y del mundo rural, tres ámbitos que forman parte de las propias recomendaciones adoptadas en esta sesión. 

La participación de ORU Fogar ha reforzado la idea de que las regiones pueden ser agentes estratégicos en la transformación alimentaria, un mensaje cada vez más escuchado dentro del sistema de Naciones Unidas. En el encuentro con la presidenta del CFS, la embajadora, Nosipho Nausca-Jean Jezile, esta aseguró al secretario general de ORU Fogar que las recomendaciones del Comité justamente ponen los territorios y las regiones en el centro de la solución.

Una de las cuestiones más debatidas fue, en cualquier caso, cómo garantizar que las recomendaciones del CFS no queden en el papel. El Comité propone un nuevo plan de acción para reforzar la aplicación territorial de sus políticas, con un seguimiento a varios niveles. Esto incluiría plataformas regionales de cooperación en las que gobiernos subnacionales, redes de ciudades y organizaciones internacionales puedan compartir experiencias y buenas prácticas. Organizaciones como ORU Fogar podrían tener un papel clave en este proceso, facilitando el diálogo entre territorios y el sistema de Naciones Unidas.

Pese al panorama desolador que dibuja el SOFI 2025, la CFS53 también ha sido un espacio de optimismo pragmático. Existe consenso en que las soluciones están sobre la mesa, pero hacen falta nuevas alianzas y una acción coherente entre niveles de gobierno. La transformación alimentaria ya no puede esperar. Como resumió uno de los ponentes en la sesión final: “El futuro de la seguridad alimentaria se juega en el territorio. Sólo si las comunidades, regiones y ciudades se empoderan podremos revertir el hambre y garantizar el derecho a la alimentación para todos”.

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